Hace muchos años, quizá ocho o nueve, existía en TYC Sports un programa deportivo que, particularmente, me gustaba mucho. En aquél show, porque eso era, había un periodista que siempre, al preguntarle por su pronóstico de los partidos, respondía remitiéndose a las figuras de antaño de los diferentes equipos sobre los cuales daría el vaticinio. El programa era los domingos en la mañana, previo a los partidos importantes de Argentina. (Me cansé de buscar el nombre del programa y del periodista.
Nunca los encontré, si alguien los conoce, le ruego me lo haga saber). El domingo recordé ese programa. Y me puse a pensar que respondería aquel periodista, al preguntarle ¿cuánto cree que queda River-Boca en el estadio Monumental? Su respuesta sería: ¿En River juega Pablo Aimar? – No. – ¿En River juega Javier Saviola? – No. – ¿Va a jugar Juan Pablo Ángel? – No. – ¿En la alineación está Ortega? – No.- Entonces, ¿quiénes juegan en River Plate hoy? A lo que sus panelistas responderían: jugarán Funes Mori, Cirigliano, Mora y Trezeguet. En Boca Juniors, ¿creará Román? –No.- ¿definirá Palermo? –No.- ¿tendrá a Barros Schelotto? –No.- ¿Samuel será central? –No.- ¿Tapará Córdoba? –No.- Entonces, ¿quiénes jugarán?: Orión, Albin, Erviti y Silva. El partido queda empatado. Esa sería su respuesta final.
En ese momento, antes del partido, y viendo a Chelsea caer frente a Manchester United, me pregunté: ¿Qué ofrece el clásico entre River y Boca en la actualidad? Acaso el amarillismo de ver como el recién ascendido se enfrenta al actual campeón. Tal vez, ver a un desempolvado David Trezeguet o un rencauchado Schiavi. Y es que el clásico de ayer no pesaba en nómina, no tenía las grandes figuras que nos acostumbró a ver en cancha, no llamaba la atención de los que no somos hinchas de alguno de los dos equipos. Solo despertaba una leve curiosidad volver a ver a River Plate, tras el ascenso, enfrentar a Boca. Por lo menos, eso creía. Pero apenas al minuto de juego, un error de Orión ponía en ventaja a River que a los 70 minutos ya ganaba 2-0 y con absoluta claridad. Sin embargo, en el fútbol todo pasa y Boca a base de ganas, más que otra cosa, encontró el descuento con un penal y en tiempo de reposición, cuando todos pensábamos que los tres puntos eran de River, apareció Erviti, cual fantasma, y selló el resultado con un 2-2 final. Entonces entendí. Ya sé que significa el clásico entre River y Boca o Boca y River (si fuera en La Bombonera). Va más allá de nombres, de figuras, de genialidades. El clásico es pasión, es garra, es entrega, es amor propio, es colorido en las tribunas, es fuerza, es sentimiento. Es todo aquello por lo que amamos este deporte, en pocas palabras: Es fútbol en estado puro. ¡Bienvenido sea, de nuevo, el clásico argentino!
@hagacu