Telegrama a Falcao

Hoy se cumplen dos años exactos del punto de quiebre de la carrera de nuestro Radamel Falcao. Su ligamento cruzado anterior se derrumbó y el samario nunca más volvió a alumbrar.

No nos digamos mentiras, sin tapujos, nacimos en un país contaminado desde varios frentes. En los ojos de cada colombiano se camuflan cataratas de anécdotas revueltas de melancolía, cansancio y un poco de tristeza.

Radamel era un escape de esa realidad. Por unos momentos nos hacía olvidar de todo lo malo y nos llenaba de esperanza, júbilo y alegría. Nos daban ganas de ser mejores. Falcao le cambió la cara a este país, uno que por cierto tiene memoria selectiva. Al caído caerle, esa siempre ha sido la ruta más sencilla para todos nosotros.

Desde el tipo que vende los cheetos hasta los niños que montan bicicleta en la ciclovía: todos, todos teníamos una camiseta con un Falcao estampado en la espalda. Su humildad, alegría y profesionalismo nos había contagiado y cambiado la vida. Los almuerzos serían más llamativos, las charlas más amenas y los abrazos mucho más apretados. Todos querían verlo jugar.

Pocos imaginarían que las ecuaciones de la vida lo terminarían llevando hasta ese punto; pero nadie hubiera pensado que nosotros, sus propios hermanos, lo matáramos de esa manera.

Desde que era niño veía en el fútbol una salida para mostrar otra faceta de este país. Madrugaba todos los fines de semana, pesquisando un poco de fortuna, pues esperaba que pasaran los partidos de Juan Pablo Ángel con el Aston Villa. Él era mi ídolo, su balaca colgada en su cabeza evocaba los sueños más profundos de un niño frustrado. Sí, frustrado porque la mayoría de las veces me quedaba esperando ese gol, ese salto de Juan Pablo levantando el puño con mirada al cielo.

Lo más agridulce es que el talento siempre lo hemos tenido. Tanto así que fuimos los máximos candidatos a ganar el Mundial del 94. Pero, como buenos colombianos, nos inflamos y se nos subieron los humos. A nuestros deportistas les gustaba la vida fácil, el dinero rápido y las cosas tangibles. Hasta que apareció él: un tal Radamel Falcao Garcia Zárate.

Debutó a sus 13 años en el fútbol profesional colombiano haciendo historia convirtiéndose en el jugador más joven en hacerlo. Desde pequeño tenía sus valores y principios claros. Su profesionalismo rompería ese rasposo paradigma que no nos había dejado avanzar y dejar la huella. Muchos dirán que gritaron los dos penales frente a Chile, su triplete al Chelsea, su doblete a Paraguay, sus cinco goles al Depor, su chilena al América, entre muchos otros. Pero la verdad es que el gol que más grité en toda mi vida fue ese que le marcó al minuto 92’ a Botafogo cuando Falcao jugaba en River Plate. El más especial de todos…

Era un 27 de septiembre de 2007, lo recuerdo bien: mi vieja cumplía años pero la esperanza de ver a Falcao le ganaba a cualquier otra cosa. El equipo de la banda cruzada iba varios goles abajo y con un jugador menos. Ese “pibe de 19 años”, como le decían en Fox, ya había marcado un gran gol de palomita y otro golazo de media distancia. River Plate estaba prácticamente eliminado de la Copa Sudamericana. Sin embargo, en la adición, el Burrito Ortega tira un centro apurado para que un Falcao, previendo lo grande que sería, se elevara de cabeza para clavarla adentro. Lo vi celebrar como nunca: en esos 10 segundos de festejo, corrió, levantó los dos brazos y señaló al cielo. El tiempo se detuvo y Falcao dio las gracias con sangre caliente sintiendo como todos esos sacrificios habían valido la pena.

Lo grité como nunca, el Tigre había marcado 3 goles y había clasificado a su equipo a la siguiente ronda. Yo ya no era más un niño frustrado, Radamel me había dado esa sensación que por tanto tiempo había buscado…

Muchos murmuran que tiene dos años más de lo que dice; que sólo le importa la plata; que es un pecho frío; que no sirve para nada y que es un muerto. No señores, Falcao es de lo mejor que ha parido este país. Nos ha dado tanto y lo menos que podríamos hacer es tener un poco de memoria. . Igual, lo normal, es que los perros ladren cuando uno hace las cosas de la mejor manera.

Tal vez él no entienda en esta vida el porqué las cosas se desenvolvieron de forma tan particular. Y hasta burda. Falcao es nuestro buen Job que va a salir de esta. No sabemos si vuelva a marcar goles, si lo hará desde este lado del charco o del otro. Pero «contamos con una esperanza del tamaño de un grano de mostaza a la cual nos aferramos». Lo único cierto es que, si todo está hecho, no hay de que preocuparse Tigre… Ya no lo diste todo, nunca habrán fórmulas humanas de agradecerlo. Eres, serás y fuiste el más grande de todos: no sólo por tus goles sino porque con tu humildad hiciste que afuera se olvidaran por un buen rato de eso que ya todos sabemos. Y adentro, no hay palabras para describir como lo vivimos.

Cuando eras niño dijiste en una entrevista justo al frente del Coliseo El Campín: “estoy con Dios que es el que nos ayuda”. No se te olvide Tigre, nunca llevaremos una cruz que no podamos cargar. Te bancamos y defendemos a muerte, estoy seguro que lo estas sintiendo con cada uno de los colombianos que ha compartido este post. Ese es nuestro voto más sincero y vivo de apoyo.

A muerte contigo…