Osasuna y Málaga empatan a ceros tantos, resultado que trae un saldo negativo para ambos conjuntos.
Fue una contienda a golpes tajantes y resguardos físicos, la que se vivió en la fría tarde de Pamplona entre los norteños navarros y los sureños andaluces. El balón, la redonda, la esférica, la pecosa, como quieran llamarla, siempre será la mejor compañía de aquellos fenómenos que son capaces de plasmar poesía en movimiento junta a ella.
Hoy Joaquín volvió a demostrar con hechos tangibles, porque es considerado uno de los baluartes del azul celeste y de la liga de las estrellas. Siempre llevó las riendas del partido para dirigir la decaída carrocería malagueña por el camino iluminado. Sin embargo, sus compañeros de fórmula no lograron captar en los momentos concretos, las continuas fantasías que este soldado les puso en bandeja de plata.
Ahora bien. La razón de este hecho tiene nombre propio: la zaga pamplonesa. El Osasuna desde la medular hasta la olla de su propio campo, mostró valor para aguantar las continuas arremetidas, primando el valor físico sobre el intelectual. Todo esto para contrarrestar la gala imperiosa de este fenómeno, que pudo haber concretado en ocasiones con su poder extremo, pero se encontró una y otra vez con un esplendoroso Fernández.
Concretamente, describiríamos el partido al son de una laberinto sin salida, con un luchador calmado e inteligente, aunque corto de determinación; y otro pendiente de lidiar con los errores, tratando seguidamente de parar las acciones y buscar un descache de su rival para dar la zarpada final.
Joaquín controló los tiempos, buscando siempre fastidiar a la zaga contraria, a través de toques exquisitos con su compañero Isco. Mientras tanto, el travieso Saviola se movía con insistencia para buscar el espacio adecuado de abrir la cuenta y de paso el monedero de la costa del sol.
Poco pudieron tejer Sisi de enganche y Kike Sola en la zona andaluza, teniendo pocas ocasiones de anotar debido al fuerte desprendimiento de estos respecto a sus compañeros de equipo. Esta fue la realidad de un Osasuna que demostró con creces porque se ubica en la cola del torneo, demostrando poco fútbol e irónicamente mucho corazón.
Así entonces, Willy Caballero estuvo por fuera de las cámaras de tv. Ocasionalmente tuvo que entrar en escena para despegar ciertos remates. Ahora bien, a falta de unos cuantos minutos para el campanazo final, el sudamericano demostró concentración y resolvió con solvencia las tres arremetidas seguidas que tuvo el Osasuna, como si se tratase de un iluminación divina desde el firmamento.
Para resaltar la actuación de Cejudo en el bando navarro, logrando en un par de ocasiones despistar y sobrepasar a los zagueros del Málaga: Demichelis y Welington.
El reloj marcaba el tiempo final, concluyendo una batalla campal entre dos culturas en un mismo territorio nacional, con muchas intenciones y momentos para comerse las uñas, pero sin sonar la corneta que exalta lo más lindo de este juego: el gol.
Próxima fecha: Real Sociedad Vs. Osasuna; Málaga Vs. Valencia