Me gusta hablar de fútbol y aprendo mucho de aquellos con quienes lo hago, siempre escucho nuevas opiniones y siempre intento recordar cada uno de los matices de estas conversaciones. Una de las constantes que desde hace tiempo me vengo dando cuenta es que si no siempre, la mayoría de las veces, reluce el poder de Ronaldinho para hacerse presente a lo largo de estas charlas.
Antes se solía comentar de manera recurrente claro, su triste y opaca salida del FC Barcelona con la llegada de Josep Gaurdiola y como no, el engaño que dio al mundo entero con sus visos de resurrección en el AC Milan, lo cual a comienzos de 2011 no quedaba más que en los recuerdos de algunos partidos, generando así la culminación de su historia en el viejo continente, retratada en el excelente reportaje de Michael Robinson “La abdicación de un rey”.
Volviendo a su natal Brasil, Ronaldinho no dejo la polémica de lado, llegó incumpliendo un preacuerdo con Gremio, el equipo que lo vio nacer se quedaba con los brazos abiertos pues el crack repetía colores y nuevamente se vestía de rojo y negro, había llegado al Flamengo.
Un nuevo Ronaldinho saltaba a los terrenos, con un estilo de juego más mermado, recorría menos metros y regulaba sus esfuerzos de tal manera que supo acoplarse y llevar de su mano al Flamengo a ser campeón del título del campeonato brasilero de fútbol.
Ronaldinho se veía a gusto, jugaba con tranquilidad y a su vez se destacaba. Claro, no es lo mismo jugar en Brasil que en Europa, desde mi punto de vista es un campeonato con muchas diferencias pero con salarios muy elevados, salarios que hacen de este un destino muy apetecido últimamente por las estrellas en el ocaso de los cielos europeos.
La salida de Ronaldinho del Fla, se produce por la sumatoria de una serie de factores con los que ya no aguanto. El incumplimiento económico generó desconcierto en él pero no fue hasta que Santana, su entrenador por esos días, cambio su posición y le quito tanto protagonismo, como minutos, que el Crack decidió que su felicidad estaba lejos de allí.
Desde mi punto de vista, la salida del Flamengo apago una vez más la llama que Ronaldinho había revivido en el mundo del fútbol, pensé que este sería verdaderamente el principio de un final agónico y tardío. Con su llegada a Belo Horizonte, Ronaldinho apostaba por un club de bajo perfil, el Atlético Mineiro. Yo, un poco y casi nulo seguidor del fútbol brasilero sabía por otros que el Mineiro era un club organizado, luchador y de mucha vocación ofensiva.
Ronaldinho llegó como lo que merece, el veterano de un club pasional que necesitaba de alguien que le diera organización y circulación entre el medio campo y la delantera, la arteria central entre las conexiones de Tardelli, Bernard y la delantera que suele ocupar Jo Alves. Minutos, protagonismo y con vía libre a su fútbol Ronaldinho recobró el hambre y la sonrisa, aquella sonrisa con la que conquisto y cambio el mundo del deporte de sus amores.
Su sonrisa conquisto Belo Horizonte y de ahí a Luiz Felipe Scolari, que se hizo con la dirección técnica de la selección brasilera a finales de noviembre de 2012.
Ronaldinho desde mi punto de vista es para esa joven selección un plus importante como lo fue para el Atlético Mineiro. Su sola presencia y su experiencia son apenas dos de los muchos puntos positivos que Scolari seguramente vio para su selección, que el próximo año afrontará la cita más importante a este nivel y que como si fuera poco se juega en casa.
Este año el fútbol ha decidido devolverle a Dinho lo que él alguna vez le dio, con una excelente campaña en la copa Libertadores y marchando firmemente en el campeonato interno.
Se puede decir que de la más reciente conversación de fútbol que tuve, que la consagración de un nuevo resurgir del que no hace mucho fuere el rey de este deporte, se llevó a cabo frente a Arsenal de Sarandí en el actual certamen de la Copa Libertadores.
Ronaldinho habla con su fútbol y a nosotros nos hace hablar de ello, si él sonríe y disfruta seguramente todos lo hacemos.
Por Rafael Navas C. @rafaelnavas14